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Partos Rotos

“Me hicieron sentir como un mueble”: 487 mujeres confirman la magnitud de la violencia obstétrica.

Durante el último año, casi 500 más mujeres han rellenado nuestro cuestionario sobre violencia obstétrica. Tras analizar los datos de las nuevas encuestadas, donde el 65 % de los partos sucedieron en los últimos cinco años, podemos constatar que la mayoría de las embarazadas sufren las formas de violencia obstétrica más comunes. Más de la mitad de las mujeres dijeron haberse sentido maltratadas durante su parto. Casi el 70 % asegura que ahora desconfía del sistema médico.


Imágenes: Cortesía de las madres que respondieron la encuesta de Partos Rotos

Para cualquier procedimiento que te hacen, no te explican ni te piden permiso. Solo te dicen: “súbete”, “bájate”, “todavía falta”.
(E. P., Maternidad Obrera, La Habana, 2009, 319)
No estuve acompañada en ningún momento. Ni siquiera por el personal de salud. Todos estaban conversando o riendo.. Yo estaba sola pasando mis dolores sin agua, sin compañía, sin una palabra de aliento ni una mano la cual apretar.
(Y.R., Hijas de Galicia, La Habana, 2019, 1191)
Tenía contracciones fuertes pero no seguidas, me dijeron que me pondrían oxitocina para ayudarme, pero era evidente que querían acelerar el proceso. Escuché que tenían para ese día muchos partos por inducción y debían salir del mío.
(A.R., Hospital Ramón González Coro, La Habana, 2019, 244)
Solamente supe que me habían hecho la episiotomía al día siguiente cuando le pregunté a una enfermera por qué sentía tanto dolor y me dijo “eso es por los puntos". Nunca supe ni siquiera cuántos fueron.
(K.G., Hospital Ramón González Coro, La Habana, 2011, 41)
Me apretaron tanto la barriga para que saliera el niño, que días después tenía moretones. Además que no sabía porque me lo hacían. Lloré pensando incluso que me aplastarian al niño.
(S.C., Maternidad Obrera, La Habana, 2015, 108)
Quisieron subirse encima y empujar al bebe, pero ahí me negué. Entonces, empezaron a decir que me estaba portando mal y me dejaron abandonada.
(M.G., Maternidad Obrera, La Habana, 2019, 766)
Recuerdo que me quería recostar en una camilla, pues no aguantaba más las contracciones y no me dejaban. De hecho no podía ni caminar. Solo estar quieta en una silla con el suero puesto.
(Y.P., Hospital La Fátima, La Habana, 2015,1113)
Me sentí como que no existiera, ignorada, me hicieron sentir como un mueble.
(I.S., Hospital Ángel Arturo Aballí, La Habana, 2022, 932)
Me dijo un médico sin ningún rodeo que yo era majadera y que mi bebé podía nacer muerto. Me negaron medicamentos para el dolor durante un largo rato en el posparto. No olvido que estaba rabiando de dolor y el enfermero indiferente.
(M.G., Hospital La Fátima, La Habana, 2009, 193)
Yo necesitaba que alguien me tomara de la mano y me calmara, que al menos me dijeran que todo estaba bien.
(A.S., Hospital Vladimir Ilich Lenin, Holguín, 2015, 49)
Una enfermera me dijo bajito para ayudarme que no me quejara, o si no, me iban a tratar peor.
(L.R., Hospital Ramón González Coro, La Habana, 2016,1103)
Como tenía mucho dolor, sólo sabía decir “me duele, me duele”. Entonces ese doctor me dijo que cuál era mi artistaje si yo no era primeriza. Le respondí que el dolor es el mismo seas primeriza o no. Entonces le dijo a una enfermera: “déjala ahí acostada y si ella pone de su parte, me avisas cuando esté de parto”.
(Y.A., Hospital Ramón González Coro, La Habana, 2016, 442)
Solo con decirme que estaba en el camino correcto o que ya la cabeza del bebé estaba afuera eso hubiera bastado para darme más ganas de seguir. Pero el personal no decía nada. Le agradezco a una doctora que no estaba trabajando, si no que había venido a ayudar en el parto de una amiga, que me dio dos o tres consejos de como pujar y ser más eficiente en el momento de las contracciones. Me quedé muy afectada, con rabia, dolor, impotencia y la total certeza de que nunca más volvería a tener otro bebé en Cuba.
(Y.F., Hospital Guillermo Aldereguía Lima, Cienfuegos, 2009, 277)
Solo hacen lo que creen con tu cuerpo y tu bebé. Te sientes indefensa porque estás sola. Lo único que deseas es que todo salga bien y salir lo más pronto posible de ese infierno. No disfrutas el proceso de parto, que es el momento más importante de tu vida.
(L.T., Hospital Ramón González Coro, La Habana, 2020, 861)

Los testimonios podrían seguir porque son cientos. Y gran parte de ellos reflejan una experiencia similar: parir en Cuba puede ser un evento traumático porque el personal sanitario recurre a algunas de las formas más comunes de violencia obstétrica.

Las embarazadas, con frecuencia, son tratadas como sujetos pasivos a los que no es necesario informar o pedir consentimiento. Prácticas que no son siempre necesarias, como el corte en el perineo llamado episiotomía, que se realiza para facilitar el parto, se realizan de manera indiscriminada.


Otras intervenciones desaconsejadas a nivel internacional por su violencia, como presionar el abdomen con las manos o los brazos para empujar al bebé, la llamada maniobra de Kristeller, también son muy comunes. O la dilatación manual del cuello del útero, algo habitual en Cuba, donde se conoce como “torniquete”, pero que las autoridades sanitarias de algunas regiones de España consideran que no “debe realizarse jamás” en un parto normal.

A las mujeres se les impide estar acompañadas durante el parto, moverse o estar en contacto con sus bebés nada más nacer, básicamente, por costumbre o para facilitar el trabajo del personal médico.


Muchas embarazadas dicen sentirse ignoradas. En un momento de máxima vulnerabilidad, buscan empatía o apoyo, pero solo encuentran frialdad o indiferencia.


Nada de esto es nuevo. En Partos Rotos, un proyecto de reporteras independientes cubanas, publicamos la primera investigación periodística sobre violencia obstétrica hace un año. Para ello, se diseñó un cuestionario en el que se recopiló información sobre 514 partos y se pidió a la encuestadas que compartieran cómo se sintieron. Muchas de ellas nos contaron cómo sus partos se convirtieron en la experiencia opuesta a la que hubiesen deseado.

Tampoco es este un problema exclusivo de Cuba. La violencia obstétrica es un fenómeno mundial que ocurre en la mayoría de sistemas de salud. Este año, por primera vez, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la consideró cómo una forma de violencia machista que los Estados tienen la responsabilidad de evitar.


Sin embargo, cómo ya contamos hace un año, en Cuba se dan circunstancias que hacen a la violencia obstétrica un fenómeno especialmente persistente. A ello contribuye que en Cuba hay un único sistema de salud, que funciona verticalmente y con escasa autonomía de los profesionales para introducir reformas desde abajo o desde afuera.

También influye la importancia que otorgan las autoridades sanitarias a las estadísticas. Y especialmente a una: la tasa de mortalidad infantil, lo que coloca la calidad de la atención médica y las necesidades de las mujeres o su bienestar en un segundo plano.


A diferencia de otros países, en los que se han aprobado planes y leyes para reducir la violencia obstétrica, en Cuba las autoridades apenas han prestado atención al problema. A comienzos de agosto de 2023, publicamos un reportaje que muestra cómo los esfuerzos propiciados por organismos internacionales por introducir prácticas de parto respetado en algunos hospitales cubanos, hasta el momento, han fracasado.


Ahora, actualizamos la primera encuesta con las experiencias de otras 487 mujeres diferentes que relataron sus experiencias en 498 partos.


De nuevo, no se trata de una muestra representativa de la totalidad de las mujeres cubanas. El 72 % de las encuestadas dieron a luz en hospitales de La Habana; un 68 % de ellas se identificaron como blancas y un 64 % dijeron tener estudios superiores. Es decir, entre las mujeres que nos contaron sus partos hay una sobrerrepresentación de mujeres blancas de la capital que estudiaron en la universidad.


Además, esta vez no se buscó de manera aleatoria a mujeres que hubiesen dado a luz en Cuba. Fueron ellas las que llenaron el cuestionario a iniciativa propia, muchas de ellas tras conocer la existencia de este proyecto periodístico.


Por todo ello, es posible que existan experiencias del parto distintas a las reflejadas en esta investigación o que ciertos fenómenos ocurran con un frecuencia mayor o menor a la que aquí describimos.


Sin embargo, dado que en Cuba el sistema de salud funciona de manera muy similar en todos los hospitales, que se aplican protocolos de atención parecidos en todos los centros y que la mayoría del personal sanitario reciben la misma formación, la experiencia de estas casi 500 mujeres sí es relevante para entender qué es común que suceda en los salones de parto cubanos.


Como sucedió en la primera encuesta, recopilamos información sobre partos ocurridos en las 15 provincias y el municipio especial de la Isla de la Juventud.


Pero solo tres hospitales de La Habana concentran casi la mitad de los partos: el Ramón González Coro, en Plaza de la Revolución; el ginecobstétrico Hijas de Galicia, de Diez de Octubre y la Maternidad Obrera de Marianao. Por ello, es probable que la investigación refleje mejor lo que sucede en estos centros que en el resto del país.


En esta segunda muestra, a diferencia de lo sucedido con la primera, una mayoría de partos son recientes. El 65 % ocurrió en los últimos cinco años. Sin embargo, los resultados de esta nueva investigación son consistentes con los de la anterior y muestran cómo la atención a las embarazadas ha evolucionado poco en las últimas décadas y las prácticas más comunes de la violencia obstétrica siguen vigentes.


Al ser partos más recientes, las mujeres que respondieron al cuestionario fueron también más jóvenes. En promedio, tenían 33 años en el momento en que respondieron a la encuesta. Y en sus contestaciones, pudimos encontrar mayores muestras de conocer el fenómeno de la violencia obstétrica que en la primera investigación.


Algunas de ellas sí dijeron ser conscientes de que ciertas prácticas que sufrieron no debieron ocurrir. Esto aumentó su sensación de frustración ante un sistema de salud que apenas se ha adaptado a las ideas del parto humanizado.


De hecho, en esta segunda investigación, el porcentaje de mujeres que dijeron haberse sentido maltratadas de manera física, verbal o psicológica durante su parto aumentó del 41 % al 51 %.


Además, si en la primera encuesta sólo un 23 % de quienes contestaron explicaron que su experiencia de dar a luz les generó muchísima o bastante desconfianza del sistema de salud, esta proporción se triplicó y subió ahora hasta casi el 70 %.


Información y consentimiento

La negación de información es una forma de violencia obstétrica. Y, en Cuba, esta comienza desde antes del propio parto. En teoría, según han explicado las autoridades, las embarazadas deben recibir seis sesiones de preparación al parto durante el último mes de embarazo. A ellas también pueden acudir las parejas.


Esto se comenzó a aplicar a partir de 1992 a iniciativa de la Federación de Mujeres Cubanas. Sin embargo, tres décadas después, la llamada psicoprofilaxis aún se produce sólo antes de una minoría de los partos. Entre las encuestadas, el 82 % dijo que nunca recibió estas sesiones de preparación.


El 18 % restante que sí tuvo psicoprofilaxis dijo que les resultó útil y que la información fue suficiente.


Pero una gran parte de las embarazadas llegaron al momento de dar a luz sin ninguna preparación. Esta ausencia de información se prolongó durante el propio parto y después. Como muestran las siguientes gráficas, a la mayoría de mujeres nunca se les informó o se les pidió permiso para intervenir sus cuerpos, incluso cuando les hicieron prácticas dolorosas y con consecuencias para su salud como la episiotomía. Tampoco se les proporcionó información sobre cómo amamantar a sus hijos. Es común que la incertidumbre sobre si serán capaces o no de alimentar bien a sus bebés genere ansiedad entre las madres.


La falta de información afectó la experiencia de parto de muchas mujeres. Como algunas de ellas explican, no se hubiesen negado a hacer algo si el personal sanitario se lo pedía o recomendaba. Simplemente querían saber y entender. Hay mujeres a las que incluso se les realizó una cesárea sin siquiera explicarles que iba a suceder y por qué.


ID Respuesta 837: La administración de la oxitocina para inducir el parto, el tipo de anestesia... solo me hubiera gustado saber de qué se trataban las cosas que me hicieron, aunque no me iba a negar a ninguna porque en ese momento confiaba en el personal.
(C.P., Hospital Enrique Cabrera, La Habana, 2021, 837)
Me inyectaron cosas para inducirme el parto. Venían, me las ponían y no me explicaban nada. Me hicieron ese corte que no se como se llama cuando vas a dar a luz y no me preguntaron.
(G.G, Hospital Mariana Grajales, Villa Clara, 2020, 675)
No pidieron mi consentimiento para hacer la episiotomía, ni para dilatar a la fuerza. No me preguntaron nada de cómo me sentía, ni tuvieron en cuenta el ritmo de las contracciones para que pujara.
(J.M., Hospital Enrique Cabrera, La Habana, 2021, 1016)
“En realidad a mi no me preguntaron nada. La comunicación fue nula.
(Y.F., Hospital Guillermo Aldereguía Lima, Cienfuegos, 2009, 277)
Un solo doctor me trató bien. Cuando me fue a revisar y me rompió la fuente, me explico levemente. Y porque le pregunté.
(A.F.,Maternidad de Línea, La Habana, 2018, 187)
Para la cesárea solo me metieron en el salón. Ya luego en la sala de recuperación, después de dos días, un médico muy amable, que tampoco sabía el motivo de la cesárea, busco el expediente y me explicó.
(D.G. Maternidad de Línea, La Habana, 2021, 931)
Me pusieron la sonda sin siquiera decirme que iban a hacerlo. Yo estaba acostada con un monitor antes de entrar al salón. Una mujer vino, me dijo secamente: "abre las piernas" y me empezó a meter aquello sin más explicaciones. Yo pregunté para qué era y no me respondió.
(R.N., Hospital Julio Rafael Alfonso Medina, Matanzas, 2007,146)
En el momento del parto entraron muchos estudiantes que estaban de rotación en el hospital a observar. Nunca me pidieron consentimiento para tener a diez estudiantes de audiencia, en ese momento tan personal e íntimo.
(R.N., Maternidad Obrera, La Habana, 2020, 26)

Prácticas que son violencia


Cuando se habla de combatir la violencia obstétrica, con frecuencia, se pone el foco en minimizar prácticas muy concretas que realizan los profesionales de la salud.


Algunas se realizan por costumbre, sin que exista evidencia de que son necesarias o si quiera positivas. Otras son producto de pensar en la comodidad de los médicos y no en el bienestar de las mujeres. Algunas se justifican porque el personal tiene mucho trabajo y necesitan apresurar los procesos naturales.


En Cuba, como muestran las encuestadas, son comunes todas estas prácticas.



A las mujeres se les impide estar acompañadas durante la dilatación y el alumbramiento, e incluso un 35 % de las encuestadas dijo que no pudieron estar con nadie tampoco durante el posparto.


Además de estar solas, es común también que se obligue a las mujeres a desprenderse de su teléfono o cualquier otra pertenencia salvo su ropa interior, una bata y un pomo de agua. Esto aumenta su sensación de aislamiento o soledad.


El acompañamiento es una práctica básica del parto humanizado, con múltiples beneficios para las mujeres y el parto, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).


Ojalá hubiera estado acompañada, me pasé más de 24 horas sin ver a un familiar o amigo.
(Y.D., Hospital Vladimir Ilich Lenin, Holguín, 2019, 1107)
Mi mamá consiguió una bata de médico y se pudo colar en la sala para acompañarme. Ya cuando me llevaron a preparto estuve sola.
(R.N., Maternidad Obrera, La Habana, 2020, 26)

Durante la dilatación, a la mayoría de encuestadas les dijeron que permanecieran quietas, sentadas o tumbadas. Caminar durante el trabajo de parto tiene también múltiples ventajas que se conocen desde hace décadas. La propia guía sobre parto respetado que publicó Cuba en 2022 lo recomienda. A pesar de ello, a la mayoría de las mujeres se les impidió hacerlo. Algunas de ellas nos contaron que ignoraron la prohibición y caminaron cuanto pudieron.


En mi cubículo estaba caminando y vino una doctora con muy mala forma a decirme "¡quién te mandó a caminar, qué haces caminando, acuéstate!”.
(A.F., Maternidad de Línea, La Habana, 2018, 187)
Intenté hacer las cosas como yo quería y no hice caso a nada de lo que escuchaba. Caminé y me moví todo lo que quise, hasta que me pusieron el monitor para que no me moviera más.
(V.M., Maternidad de Línea, La Habana, 2022, 1152)

A medida que avanza el parto es común que se apliquen todo tipo de prácticas para facilitar o acelerar los tiempos naturales para la expulsión del bebé.


Uno de las más cuestionadas es la episiotomía, que consiste en hacer un corte en el perineo para ensanchar la salida de la vágina y facilitar que el bebé salga. Esto se había considerado, en principio, como una forma de evitar que la mujer sufriera desgarros vaginales. Se estimaba que un corte controlado por los médicos, sería menos doloroso y más fácil de sanar que un desgarro. Sin embargo, en los últimos años, se han hecho estudios que concluyen que esto no es cierto, y ahora la episiotomía solo se recomienda en casos que sea estrictamente necesario.


En Cuba, como muestra la encuesta, se sigue aplicando de manera rutinaria. De los casi 500 nacimientos que investigamos, en un 62 %, se practicó una episiotomía. Pero la tasa es mayor en realidad.


Teniendo en cuenta que casi el 30 % de los partos sobre los que tenemos información fueron por cesárea, la episiotomía realmente ocurrió en alrededor del nueve de cada diez partos vaginales.


Además, en la mitad de los casos, las mujeres dijeron que la intervención se realizó sin anestesia.


Muchas encuestadas mencionaron las consecuencias que produce este corte: infecciones, dolor, dificultades al volver a tener relaciones sexuales, la presencia de una cicatriz que altera la percepción de su cuerpo o les genera vergüenza.


Algunas de ellas, expresamente pidieron al personal que nos les hicieran la episiotomía. Pero su solicitud fue ignorada.

Ese corte fue innecesario debido a que el bebé salió prácticamente con el primer pujo… De hecho casi se me sale y no entiendo el porqué del corte.
(Y.A., Hospital Manuel Piti Fajardo, Mayabeque, 2022, 1014)
Los puntos que me dieron por la picadura a la hora del parto se me abrieron e infectaron, por lo que tuve que pasar cinco días en el hospital, mientras mi bebé ya estaba en casa.
(S.C. Maternidad Obrera, La Habana, 2015, 108)
Fui yo quien les habló a los médicos de que si no era necesario no la hicieran. Pero me dijeron que sí había que hacerla y no pasaron más de 10 minutos para dar a luz. Y desde que llegué al hospital a que di a luz no pasó más de una hora y media.
(R.M., Hospital Ramón González Coro, La Habana, 2022, 1034)
Dilaté bien en las diez horas y estoy segura que seguiría dilatando. No hacía falta un corte por toda la vagina, que hoy me duele todavía los puntos. Sólo hacía falta paciencia.
(V.M., Maternidad de Línea, 2022, 1152)

Otras prácticas dolorosas o que producen secuelas, pero que se practican también de manera generalizada son la maniobra de Kristeller y la dilatación manual del cuello de útero. Ambas son formas de acelerar la expulsión del bebé.


La primera, consiste en presionar el abdomen para colocar el bebé en el canal del parto. En algunos países esto se hace con un cinturón que aplica presión. Pero en Cuba, el personal lo hace directamente con las manos o los antebrazos, lo que puede resultar más violento, producir aún más dolor y generar molestías en un plazo más largo.


Muchas mujeres nos contaron que no solo les presionaron, si no que alguien prácticamente se encaramó sobre su panza para hacer más fuerza.


Múltiples investigaciones apuntan a que no existe evidencia de que la maniobra de Kristeller reduzca realmente el tiempo de parto. En cambio, sí tiene múltiples riesgos. En España, por ejemplo, se desaconseja totalmente.


Entre el total de encuestadas, el 56 % dijo que sufrió maniobras de Kristeller, lo que implica que en algo menos del 90 % de los partos vaginales se realizó.

No solo me presionaron con las manos, la enfermera se montó encima de mí. Me asfixiaba, sentía que iba a morir, no podía respirar, mucho menos pujar. El ginecólogo incluso le llegó a pedir que bajase que era mucho. Obedecía por un instante, pero volvía a trepar. Fue horrendo. Pasé tres meses con dificultades para respirar y caminar.
(S.M., Hospital Julio Arístegui Villamil, Matanzas, 2010, 1408)

Junto con la maniobra de Kristeller, es común que las embarazadas sufran dilataciones manuales. Esta práctica, también conocida como torniquete en Cuba, consiste en ensanchar y ablandar el cuello del útero, para acelerar al parto. En otros países, es común que se utilicen globos o medicamentos para lograr esto. Pero en Cuba se hace aplicando fuerza con las manos, lo que resulta muy doloroso, según explicaron las mujeres encuestadas.


En la actualidad, en países como España se considera que esta práctica sólo debería aplicarse en casos en los que es imprescindible acelerar el parto por algún motivo vital, pero nunca en un parto normal.


En Cuba, como con la episiotomía o la maniobra de Kristeller, los torniquetes ocurren en casi todos los partos vaginales.

Me rompieron el tapón mucoso con las manos, me dilataron el cuello del útero con las manos, de nada a 10 centímetros de dilatación. Fueron varias rondas de eso.
(M.G., Maternidad Obrera, La Habana, 2019, 766)
La misma doctora que me ingresó me llevó a la mesa ginecológica. Tenía tres centímetros de dilatación y me preguntó: ¿tú quieres parir rápido? Yo asentí con la cabeza. Ella me dijo: aguanta como una mujer. Me realizó un torniquete que me llevó a seis centímetros de dilatación y me dijo: ahora vas para parto.
(Y.S., Hijas de Galicia, La Habana, 2018, 717)

Tras el parto, es común que suceda una última práctica de violencia obstétrica: negar a las madres la posibilidad de estar en contacto inmediato con sus bebés.


Al igual que impedir que caminen o que estén acompañadas, esto ocurre por costumbre. Como se suele considerar prioritario lavar el bebé recién nacido y realizarle a él y a la madre otros procedimientos, resulta práctico desde el punto de vista del sistema de salud separar a ambos.


Pero los beneficios del llamado contacto piel con piel son ahora bien conocidos y promocionados. No solo porque las madres tras un largo embarazo y un parto doloroso desean conocer a su hijo, si no, principalmente, porque es positivo para la salud del bebé. La OMS, de hecho, considera esta práctica aún más necesaria en los casos en los que el bebé es vulnerable, si por ejemplo, tiene bajo peso o es prematuro.


En Cuba, el contacto piel con piel, no parece ser una prioridad. Entre los partos que investigamos, sucedió en menos de uno de cada cuatro casos. Muchas mujeres contaron que la separación resultó dolorosa e incomprensible para ellas.

Como el niño era de bajo peso lo llevaron inmediatamente a una sala especial. No lo pude ver hasta los cuatro días de nacido, porque como yo tenía suero no podía entrar. Cuando me lo entregaron al cuarto día, me retiraron el punto, pero mi herida se abrió y estaba infectada. Entonces, llegó una enfermera y me dijo: dame el niño. Yo pensé que era para sostenerlo mientras me curaban. Cuando regresé a mi cama me di cuenta que se lo habían llevado a un cunero y otra vez estuvo ahí 15 días sin que yo pudiera lactarlo. Cuando me lo vuelven a entregar pasé mucho trabajo, porque él no quería mamar.
(Y.R., Hospital Vladimir Illich Lenin, Holguín, 2017, 283)

El maltrato

Además de estas prácticas médicas que hacen del parto una experiencia más dolorosa de lo que ya es, una mayoría de mujeres también describió sentirse maltratada por el personal de salud.


Obligadas a estar solas, sin apenas contar con información de lo que está sucediendo y sometidas a múltiples prácticas dolorosas, muchas encuestadas necesitaban al menos empatía o apoyo. Sin embargo, lo que encontraron fue un sistema hostil.


Un 51 % de las encuestadas dijo que sufrió maltratos físicos, verbales o psicológicos. Además, otro nueve por ciento dijo no estar segura de sí ocurrió maltrato o no.



Partos Rotos les preguntó por una serie de formas de maltrato. Las que más mujeres identificaron, como muestra la gráfica, son que el personal les habló de modo grosero, les ignoró, les negó algo que pidieron o les dijeron que estaban poniendo en riesgo la vida de su bebé.


Sin embargo, en sus testimonios, las mujeres mencionaron otras actitudes que les hicieron daño. Sus relatos describen un sistema en el que las pacientes no son el centro de atención, sino que en todo momento sienten que lo realmente importante es el trabajo del personal y médico, sus necesidades y protocolos.


Para muchas mujeres resultó molesto que les metieran prisa, que se negaron a tocarlas, que les insistieran en que no gritar o no quejarse a pesar del dolor. Múltiples encuestadas criticaron al personal por su indolencia o indiferencia o por tratarlas como un caso médico en vez de una persona.

En el otro turno que me atendió me trataban como “la rotura de fuente de no sé cuantas horas de inducción”. Así fue como me presentaron en el pase de los doctores. Solo nos trataba como persona la jefa de limpieza.
(A.D., Hijas de Galicia, La Habana, 2020, 87)
Tuve que encarar a un enfermero que protestaba porque yo no paría y eran las cuatro de la madrugada. Luego disimuló, pero se quejaba como si yo fuera culpable de que trabajara hasta tarde.
(A.T., Hospital Enrique Cabrera, La Habana, 2006, 857)
Me obligaban a permanecer acostada todo el tiempo, con amenazas de que si me paraba, podía salirse el cordón umbilical y mi niño podía morir.
(Y.D., Hospital Héroes del Baire, Isla de la Juventud, 2015, 659)
El anestesiólogo que estaba en el salón me dijo en muy mala forma que yo me iba a morir y mi bebe también.
(N.P., Hijas de Galicia, La Habana, 2015, 468)
Cuando tomé la mano de la doctora para subirme al caballo de parto, me dijo que no la tocara con mis manos sucias.
(M.F., Hijas de Galicia, La Habana, 2018, 716)
Me ponían el monitor y cada vez que me venía una contracción me movía por el dolor y la doctora me decía que no me moviera con mala forma. Las lágrimas salían solas, pero yo no decía nada, pues siempre me decían los conocidos que sí te portas mal te tiran de lado, que no podía formar bulla ni nada. Y así fue, no grité, solo lloraba. Aún así, la doctora me decía que no entendía por qué yo estaba así.
(Y.B., Hospital Ángel Arturo Aballí, La Habana, 2015, 1098)
Me regañaron por no haberme rasurado en la cesárea. Les molestó no poder hacer su trabajo cómodamente. Yo, después de tres días y noches sin dormir del dolor, tuve que aguantar un regaño como si fuera una niña.
(S.G., Maternidad Obrera, La Habana 2019, 57)
A pesar de quejarme bajito, me dijeron que me porté mal y eso es sinónimo de que no me iban a ayudar. Me quejaba porque me estaban haciendo tactos y dilataciones. Me dijeron que iban a traer un hombre con los dedos largos para que fuera el que me hiciera esa manipulación.
(M.H. Hospital Mariana Grajales, Villa Clara, 2018, 1249)
Me dijeron que eran ellos los que me habían sacado la niña de adentro… Cuando fui yo quién pujé y hacía todo lo que ellos me decían. A mí las lágrimas se me salían y no de dolor, sino de las cosas que me decían.
(O.H. Hospital Ángel Arturo Aballí, La Habana, 2020, 200)

Las consecuencias


Este cúmulo de malas experiencias volvió el parto una experiencia complicada para muchas de las encuestadas; feliz por un lado, pero también traumática.


Le preguntamos a las mujeres por, básicamente, dos tipos de secuelas: las psicológicas y las relacionadas con su vida sexual y reproductiva.


Las psicológicas fueron mencionadas menos por las encuestadas. Además, estas pueden no estar causadas únicamente por la violencia obstétrica, si bien las prácticas violentas pueden empeorarlas.


Por ejemplo, en 2022, se publicó un estudio que concluye que las embarazadas que sufren maltrato verbal durante el parto tienen más probabilidades de sufrir depresión posparto.


Entre las encuestadas, casi una de cada tres, dijo que sufrió depresión tras dar a luz. Como muestra la siguiente gráfica, porcentajes similares de mujeres nos contaron que experimentaron secuelas como: crisis de llanto, dificultades para dormir, cambios de humor o tuvieron imágenes repetitivas de hechos traumáticos sucedidos durante el parto. Casi ninguna de las encuestadas dijo que recibió diagnóstico o tratamiento por estos problemas.



Una parte de las mujeres explicaron cómo la imposibilidad de tener el parto que ella hubiesen deseado y de protegerse a sí mismas y a sus bebés de la violencia obstétrica les dañó la autoestima. Algunas dijeron que les quedó la sensación de que su cuerpo fue abusado. Otras expresaron que pensaron que si no habían logrado que su parto fuera bien, tampoco serían buenas madres.


Me sentía incapaz de proteger a mi hijo por no habernos protegido durante el parto.
(D.M., Hospital Enríque Cabrera, La Habana, 2017,928)
(Experimenté la) sensación de haber fallado como mujer por no haber podido parir de manera enteramente natural a mi bebé.
(J.M., Hospital Mariana Grajales, Villa Clara, 2018, 1015)
Me sentía como mercancía estropeada.
(A.C., Maternidad Obrera, La Habana, 2016, 44)
Sentí impotencia por no haber tenido un parto respetado, por la episiotomía innecesaria y porque no me dieron inmediatamente a la bebé y tuve que escucharla llorando mientras me cosían sin siquiera haberla visto.
(N.L., Hijas de Galicia, La Habana 2021,612)
Me sentí sucia, violentada, violada. Puedo sentir todavía después de dos años la cicatriz de las suturas en cada penetración.
(A.D., Hijas de Galicia, La Habana, 2020)
Sentía que era la única mujer en la faz de la tierra que no podía dar de lactar, no me creía capaz de atender bien a mi hijo. Lo bueno es que me gusta indagar y buscar información, y descubrí que era algo normal y, de hecho, se llama depresión post parto, cosa que ningún profesional de la salud me ha explicado hasta el momento.
(D.R., Maternidad de Línea, La Habana, 2021, 259)
Luego de parir, me sentía la peor madre del mundo. Supongo que fue una depresión post parto, aunque nunca me la diagnosticaron. Sentía que no era suficiente para mi hija, que si no había sido capaz de parirla bien, tampoco sería capaz de criarla bien y que ella no merecía a una madre como yo.
(L.R. Hospital Ramón González Coro, La Habana, 2017, 592)

Más mujeres dijeron experimentar secuelas relacionadas con su vida sexual o reproductiva. Como muestra la siguiente gráfica, un 36 por ciento de las encuestadas afirmaron que sufrieron este tipo de experiencias tras el parto. Además, otro 15 por ciento dijo no estar segura de si su vida sexual o reproductiva se vio afectada o no.



Muchas mujeres prefirieron no contestar a preguntas relacionadas con el sexo, pero entre las que sí lo hicieron, la mayoría sí dijo que sus relaciones sexuales se vieron perjudicadas. Algunas experimentaron rechazo al sexo. Otras dijeron que la episiotomía les produjo incomodidad.


Sentí que revivía todo el parto en las primeras relaciones sexuales después de parto.
(A.D., Hijas de Galicia, La Habana, 2020,87)
No quería tener relaciones sexuales porque tenía miedo. Pero sobre todo no podía tolerar, por nada del mundo, que mi pareja tocara mi zona íntima. Me ponía muy tensa y temblaba. Solo pensaba en todo lo que me hicieron.
(Y.D., Hospital Enrique Cabrera, La Habana, 2021,171)
No tengo deseos sexuales y mi pareja cree que ya no lo amo.
(M.C., Maternidad Obrera, La Habana, 2022, 581)
Por mucho tiempo no pude usar las manos para masturbarme porque no soportaba cómo se sentía y se veía mi vagina. Aún hoy no lo supero.
(A.M., Hijas de Galicia, La Habana, 2021, 134)
La episiotomía se me abrió y mi esposo tuvo que hacerme curas hasta que sanó. No me gustaba como se veía y me daba inseguridad. También sentía dolor en el vientre durante las relaciones sexuales y aun, de vez en cuando, lo siento.
(A.B., Maternidad de Línea, La Habana, 2020, 597)

El rechazo al sexo tiene relación con otro fenómeno que nos contaron las encuestadas. Muchas experimentaron este rechazo, precisamente, porque el sexo puede significar volver a ser madres. Y eso es lo que no querían tras dar a luz en un contexto de violencia obstétrica generalizada. La experiencia fue demasiado traumática como para querer volver a repetirla en el corto plazo.


Como muestra el siguiente gráfico, el 65 por ciento de las encuestadas dijo que en los meses siguientes al parto experimentaron muchísimo o bastante rechazo a quedar de nuevo embarazadas.




Fue traumático al punto que comenzaba a temblar cuando veía pasar a las mujeres al salón de partos. Demoré seis años para superar mi miedo y volver a tener otro bebé.
(A.T., Hospital General Enríque Cabrera, La Habana, 2006, 857)
Le tengo miedo a salir embarazada otra vez, por eso mi vida sexual ha disminuido.
(A.M., Hospital General Enríque Cabrera, La Habana, 2018,546)
(Experimenté un) trauma total a volver a ser madre, a volver a pasar ese calvario. Demoré siete años en considerarlo de nuevo. Estudié y me documenté para tener el conocimiento de que no tenía que volver a pasar lo anterior y que también debía decir que no autorizo.
(S.M., Hospital Julio Arístegui Villamil, Matanzas, 2010, 1408)
Prohibí en mi casa ver escenas de películas dónde estuviera pariendo una mujer. No lo soportaba, me daba terror. Eso me duró casi un año.
(I.F. Hospital Ramón González Coro, La Habana, 2017, 186)
Me niego a volver a tener otro hijo si tengo que sufrir de nuevo esa experiencia.
(Y.A., Hospital Ramón González Coro, La Habana, 2015, 390)

A este rechazo a parir de nuevo que sintieron, algunas madres añadieron un matiz importante: no deseaban volver a hacerlo en Cuba.


Para ellas, el primer parto fue un choque con un sistema público de salud que produce buenos resultados estadísticos en ciertos indicadores clave como la tasa de mortalidad infantil, pero que no prioriza la calidad de la atención o la experiencia de las pacientes.

Casi el 70 % de las encuestadas dijo que el parto les hizo desconfiar del sistema médico.


La experiencia que me quedó fue bastante desagradable, al punto de negarme rotundamente a parir de nuevo en este país. No solo lo decidí por cómo fui tratada, sino también por cómo fueron tratadas otras gestantes alrededor mío. Es humillante la forma en que fuimos abordadas, las malas condiciones higiénicas del hospital, el trato despectivo de algunos médicos y enfermeras, el maltrato psicológico, la falta de empatía y sensibilidad.
(A.A., Hijas de Galicia, La Habana, 2008, 1076)
Desconfío de la capacidad bioética de la mayoría de los profesionales de la salud en Cuba. En una gran mayoría de los casos, el paciente es un objeto o un contenido de trabajo, pero pocas veces es un ser humano en una situación vulnerable y frágil.
(G.G., Hospital Ramón González Coro, 2022, 331)
Ni loca vuelvo a parir en Cuba.
(G.LL., Hospital Mariana Grajales, Villa Clara, 2010)

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